No creas todo lo que lees, y por ningún motivo dejes de creer. No pierdas la capacidad de asombro, pero deja de asombrarte por todo

sábado, 24 de noviembre de 2012

Cámara Averna ©2012 Prólogo


"La catacumba estaba extremadamente fría. Los siglos que estuvo sellada hacían el aire casi irrespirable, por lo que luego de destruir la puerta de piedra con explosivos, el grupo debió esperar una media hora antes de entrar; de todos modos usarían trajes con oxígeno para no correr riesgo de contagiarse con algún tipo de microorganismo presente en ese anacrónico ambiente, y que fuera rebelde a los medicamentos del siglo XX. Los profanadores llevaban años esperando entrar a esa construcción, así que dejar media hora por seguridad no era nada de importancia; además, la ubicación del sitio lo hacía prácticamente inaccesible para la población normal y para otros grupos de profanadores. La inversión en tiempo y dinero por fin daría sus frutos, pues si todo lo que las leyendas decían acerca del sitio era cierto, se harían de una fortuna incomprensible para la mayoría de los bolsillos humanos, y si no, venderían la ubicación o los hallazgos a coleccionistas que sin duda pagarían lo suficiente como para poder retirarse de esa complicada y peligrosa forma de vida.

El tiempo había pasado y el encargado del grupo decidió que ya era seguro entrar. Luego de ponerse el traje que lo conectaba a la fuente de oxígeno ingresó al lugar, saliendo de él sin el casco y ensimismado, para llamar a sus compañeros a que lo ayudaran a rescatar la fortuna que se encontraba tras la destruida puerta, tal y como lo relataba la leyenda. Los hombres jubilosos entraron en la habitación, quedando pasmados con la magnificencia del tesoro: ninguno de ellos, en todos los años que llevaban en el negocio, habían visto tal cantidad de oro y joyas acumulado en un solo sitio. El último en entrar, el más avezado y desconfiado del grupo, lo hizo con su casco y traje de oxígeno puesto: le había tocado ver una que otra trampa preparada por compañeros de labor, así que siempre entraba al final y nunca confiaba en nadie más que en él mismo. Pasados diez minutos sin que nada ocurriera decidió que ya era seguro sacarse el casco; justo en ese momento todos los hombres empezaron a toser descontroladamente, y uno tras otro empezaron a botar abundante sangre por la boca, muriendo desangrados ante sus ojos. El tipo desenfundó su pistola y apuntó a la cabeza al líder del grupo, descerrajándole un preciso tiro en medio de los ojos: luego del movimiento de la cabeza producto del impacto de la bala, su cuello se enderezó, quedando de frente al espantado tipo que no alcanzó a reaccionar para evitar ser atravesado de la cara a la nuca por una especie de estaca de hierro. Nadie notó que a los pies del líder del grupo estaba toda su sangre derramada: la leyenda se estaba cumpliendo, y el espíritu estaba listo para cumplir su misión."

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sábado, 3 de noviembre de 2012

Opinión: “El secuestro de Robles Martínez” de Pablo Rumel



Acúsome de no ser un gran lector, por la manía que tengo de creerme aspirante a escritor aficionado, para evitar influenciar mis escritos con las ideas de otros. En estos instantes terminé de editar un par de proyectos, así que me di a la tarea de leer el segundo volumen de la Biblioteca de Chilenia, “El secuestro de Robles Martínez”, de Pablo Rumel.

Sentí el libro bastante fluido, de lectura fácil. La historia es llamativa, algo compleja en un principio, pero que luego empieza a develar una realidad algo extraña. La capacidad de extraer información de los cerebros de las personas arma un relato entretenido donde las visiones de los 10 cerebros (que no personas, según yo) guiados por el hilo conductor de un pintoresco personaje nombrado como “el mayordomo”, que en un principio parece saberlo todo pero que finalmente termina siendo apenas un eslabón más de una enredada cadena de poder, dan forma a la historia de este atípico escritor llamado Robles Martínez, de quien logramos saber algo apenas al final del libro.

Sentí el texto influenciado, al menos en la forma, por la prosa de Baradit. No sé si sea sólo una percepción, pero siento ver en varios textos de autores emergentes esta influencia. Tampoco me atrevo a decir si ello es bueno o malo; por lo menos, sentí que en el libro de Pablo Rumel esto queda circunscrito exclusivamente a la forma, desarrollando un fondo completamente personal. Así, quien lo lea podrá sentir probablemente dicha influencia sin sentir que está leyendo a un clon del afamado autor.

En resumen, recomendaría el libro de Pablo Rumel a quien esté en busca de una historia novedosa y con un final abierto, no exenta de cabos sueltos que probablemente están en espera de ser atados por el autor en su siguiente trabajo.    

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