No creas todo lo que lees, y por ningún motivo dejes de creer. No pierdas la capacidad de asombro, pero deja de asombrarte por todo

martes, 10 de julio de 2012

Omega

En un lejano punto del universo que hay en la mente, nace una idea. En el silencio y la oscuridad de las neuronas que sinapsan, en la malla ilimitada de axones y dendritas, dicha idea toma forma física: redonda. De idea informe torna a realidad redonda, de proceso pasado a resultado, de creación a creatura. Y en su naturaleza dicha obra redonda toma una tercera dimensión pasando a esfera. Una esférica idea en la maraña electroquímica que gobierna todo lo que pasa y dejar pasar en el cuerpo.


Y en dicha esfera se genera un caos interno. Y a su nivel dicho caos resulta en orden interno, generándose cientos de millones de micrométricas esferas dentro de la esfera que nació como idea.


Y en cada microesfera un caos propio se genera que tiende al orden. Su interior (cada interior) se ordena con mayor velocidad, generando masa (impropia de la idea pero esperable en cada microparte). Sus superficies permanecen en caos, algo menor que en un principio. Al rato, la calma llega al caos.


Y como parte de su naturaleza, cada microesfera de la gran idea esférica, empieza a poblarse de diminutas entidades, que velozmente evolucionan, mutan, crecen y se distribuyen en sus superficies. Todos son distintos entre ellos, y en cada microesfera las condiciones particulares llevan a particulares resultados. Pasa el indeterminado tiempo, y dichos seres, según su microesfera y su particular conformación, empiezan a tener conflictos y necesidades, que a distinta velocidad son capaces de corregir o solucionar. Y cada vez con mayor velocidad (y a cada velocidad) son capaces de solucionar sus problemas.


Y así, miles de billones de microseres nacen, viven y mueren, construyen y destruyen, avanzan y retroceden. Y cada uno de sus mundos avanza independiente, muchos sin saber que los otros existen, algunos con la sospecha, los menos con certeza. Y poco a poco cada planeta empieza a tener historia, y aprenden a usarla para evolucionar o involucionar.


De pronto el pensador se distrae, y la esférica idea que gestaba desaparece de su cabeza, y se concentra en otra. En ese instante, todo lo que conocemos como realidad desaparece, con nosotros inclusive. Llegó la hora de fundirnos en la mente universal de nuestro Hacedor...

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